Comunicación del profesor Antonio José Gil Padilla en la tercera sesión del Ciclo
Deberíamos comenzar preguntándonos: ¿por qué la vigente práctica educativa, ineficaz y trasnochada, se mantiene así y por qué existe un tan marcado desajuste entre su monolítica permanencia y el elevado desarrollo tecnológico y, como consecuencia, de la proyección de éste sobre otras dimensiones de carácter social?. Podríamos también preguntarnos en segunda instancia: ¿qué habría que hacer para su transformación si es que fuera posible hacerlo en el marco del actual sistema socioeconómico de producción capitalista?.
El sistema necesita mujeres y hombres que cooperen sin razonamientos en grandes grupos, que deseen consumir cada vez más, personas que quieran ser mandados, hacer lo que se espera de ellos y adaptarse sin fricciones al mecanismo social. Por lo tanto esta es la razón fundamental por la cual el modelo no ha cambiado, porque hasta ahora la escuela y la universidad han jugado el papel que de ellas se esperaba: formar personas que no piensen, que sean maleables, obedientes, que respondan a las pautas que se le marcan desde los ámbitos de poder. En el actual modelo educativo se conjuga exclusivamente la memoria con la obediencia.
A esta razón fundamental hay que añadir que, desde las instituciones educativas o desde la función docente, cambiar técnicamente y enseñar con profesionalidad es complejo, es mucho más cómodo seguir la pauta aprendida de antemano ignorando que ellos mismos, los profesores, son víctima del sistema y que son un instrumento en manos del poder a cambio de una vida tranquila sin sobresaltos ni autoridad que juzgue su funcionamiento.
El cambio que se requiere solo podrá sobrevenir como consecuencia de las contradicciones que se generan en el propio sistema. En la actualidad, como hemos señalado, el sistema potencia un modelo de corte netamente transmisivo del saber, siendo consciente de que pierde potencial humano e intelectual en la producción.
Pero: la necesidad de formar a los ciudadanos para que intervengan en un mundo cada vez más complejo y sofisticado en cuanto a la producción, al consumo y a la interrelación social; la falta de interés del alumnado en un medio que cada vez les resulta más distante y extraño respecto del resto de sus actividades; el creciente desencanto y desmotivación del profesorado y el desencuentro entre las familias de los alumnos y los docentes ponen en evidencia esas contradicciones.
En consecuencia, solo caben dos soluciones frente a la situación actual de la práctica educativa: o camina a este ritmo hasta su degeneración total (lo que no sería del todo malo desde una óptica de progreso) o tiene que producirse algún cambio que permita su permanencia en el marco del actual sistema. En el momento en que se demanden cambios sería conveniente contar con propuestas que generaran sensibles mejoras respecto a la actual situación.
En respuesta a la segunda pregunta que formulábamos hay que decir que la mejora de la práctica educativa no pasa por la mentalización o adiestramiento particular de pequeños grupos de docentes que con toda su buena intención asisten a cursos o seminarios. El cambio nunca podrá producirse de manera individual. La solución pasa por la definición institucional de un nuevo modelo para el diseño, el desarrollo y la evaluación de procesos de aprendizaje, y por la formación colectiva de docentes bajo un prisma de generalidad, eficacia y profesionalidad.
Surge pues la necesidad de crear organismos estables en el marco de gobiernos progresistas que recojan propuestas de mejora y transformación. Las universidades quedan descartadas ya que con su ineficaz y arcaica práctica, donde la “clase magistral” se convierte en la estrella de su absurdo discurso, son una losa que condiciona la actividad en el resto de las etapas educativas.
De manera extremadamente sintética señalamos a continuación las claves fundamentales para el diseño de un nuevo modelo educativo. Cada uno de los puntos que se enuncian en los siguientes apartados requiere un posterior desarrollo para su completa comprensión. La definición completa de la tecnología educativa que hace posible el inicio y puesta en funcionamiento de una práctica dinámica y eficaz requiere un espacio muchísimo más amplio.
Principios en los que se apoya la propuesta del nuevo modelo
Antes de abordar la fundamentación del modelo que proponemos, queremos señalar algunos “vicios” o defectos significativos de la actual práctica educativa. Hoy día, el modelo se limita exclusivamente a transmitir el “saber”, no contempla el desarrollo de otras importantes dimensiones intelectuales como son: el razonamiento, la resolución de problemas y la creatividad.
Los contenidos se aprenden de memoria sin que se integren ni resulten significativos, es decir, ni se comprenden, ni generan desarrollo intelectual a excepción de la memoria, luego se olvidan con inusitada rapidez. No se distingue conocimiento de pensamiento siendo ambas dimensiones completamente diferentes aunque complementarias. En una imprecisa manera de formular la actividad educativa se habla de enseñanza-aprendizaje a modo de totum revoluto porque no se sabe definir con propiedad el rol del alumnado, ni el del profesorado.
Sin una herramienta precisa que establezca métodos y técnicas concretas es imposible definir un nuevo modelo que haga homogéneo el aprendizaje. Esto no quiere decir que el profesor (a) no pueda incorporar elementos al proceso; por el contrario, un colectivo verdaderamente profesionalizado sabrá adaptar y enriquecer el diseño formulado, tal como hemos señalado, por equipos abiertos de expertos organizados en organismos institucionales.
El principio general para el mejoramiento del sistema educativo consiste en transformar el actual modelo educativo de corte transmisivo basado en la imperfecta adquisición de conocimientos en otro que permita el completo desarrollo intelectual de las personas.
Los principios básicos en los que el nuevo modelo se sustenta, desde la óptica del diseño y su desarrollo o aplicación en el aula, son los siguientes:
El desarrollo de habilidades y destrezas es el principal centro de interés de los procesos de aprendizaje. Los conocimientos son complementarios a las habilidades y destrezas. Todo junto, utilizando un término envolvente, puede ser considerado como capacidad intelectual.
Las habilidades, las destrezas y el conocimiento, es decir, las capacidades se adquieren únicamente ejecutando de forma adecuada y concreta los procedimientos en los cuales dichas capacidades están implicadas o integradas.
El proceso de aprendizaje se resumirá en el enunciado de un gran procedimiento comprensivo que se desarrollará a lo largo de, al menos, un curso escolar.
El instrumento que permite el desarrollo de capacidades son las actividades de aprendizaje como concreción del procedimiento y no los contenidos. Para que una capacidad pueda ser considerada como tal es preciso que se dedique un tiempo considerable para su adquisición. Se descarta la segmentación en unidades que suponen compartimentos estancos.
Las actividades en los procesos formativos son objeto directo de aprendizaje y no meros elementos metodológicos. Para que una actividad pueda ser considerada como tal es necesario que contribuya de forma directa al desarrollo de las capacidades o del aprendizaje de un procedimiento.
Los contenidos son un soporte íntimamente asociado a la realización de las actividades. De esta manera su aprendizaje adquiere significado porque el conocimiento puede ser utilizado en las circunstancias en que se necesita. El saber toma significado cuando se aprende para llevar a cabo una tarea, una actividad concreta.
Resumen de los cambios necesarios
Los cambios más relevantes que se han de llevar a cabo son los siguientes:
Desde el punto de vista del diseño curricular, es necesario definir técnicas y métodos precisos para:
o Reorganizar la actual distribución de materias.
o Definir con claridad y exactitud las metas en forma de capacidades.
o Formular un gran procedimiento que englobe todas las capacidades de un área o materia.
o Establecer una secuencia (esta sería la verdadera programación) basada en las actividades que permita que se avance en el desarrollo o adquisición de las capacidades.
Desde el punto de vista de la aplicación en el aula, redefinir los “roles” de profesorado y alumnado y la organización escolar para:
o Ocupar el tiempo en el aula en la ejecución de actividades de aprendizaje en lugar de exponer contenidos.
o Utilizar los textos, material informático y demás documentación como soporte de las actividades. Los libros se convierten en material de trabajo para la realización de actividades, la investigación y la elaboración de informes y trabajos.
o Flexibilizar los espacios y los tiempos.
Desde la óptica de la evaluación:
o Medir capacidades y no simples conocimientos.
o Sustituir los exámenes periódicos (y los controles) por la evaluación continua a través de las actividades de aprendizaje.
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